Carlos Alcaraz hace un gesto hacia el público durante la última fase de grupos de la Copa Davis en Valencia. EFE/Kai Foersterling/Archivo.
Para un apasionado del tenis, de esos que despiertan de madrugada para ver por televisión el Abierto de Australia, es un premio asistir a un Gran Slam. No importa si el asiento asignado quede en una esquina de la última fila o si la canícula de la tarde sofoque tanto como estar trotando en un desierto a mediodía o si las lluvias y los vientos huracanados obliguen a protegerse bajo un plástico, una cornisa, un árbol frondoso. Todo vale cuando se trata de contagiarse del ambiente de tensa algarabía que reina en esos eventos.
Los aficionados abarrotan las localidades con meses de anticipación. Sean las canchas azules y rápidas de los torneos en Melbourne y Nueva York; las verdes de césped londinenses, lentas y elegantes; las ocres de tierra batida resistentes y deslizables en París. Solamente en los torneos de Grand Slam los hombres compiten a cinco sets y las mujeres a tres. En el resto de competencias que se multiplican por doquier en todo el mundo, hombres y mujeres juegan máximo tres sets.
La fama y la cantidad de millones que mueve este deporte también moviliza la angurria de auspiciadores y organizadores, aun a costa de la salud de los jugadores que cada vez protestan más en todas las plataformas a su alcance. El tenis es un negocio donde parece que todo vale.
Evidentemente es uno de los deportes que más público convoca (un promedio de 600 000 personas por cada fecha, cifra que se incrementa en finales y semifinales) y otorga premios millonarios a los ganadores. En Australia y Estados Unidos, los campeones se llevan US$ 3 000 000 dólares, los franceses dan 2 400 000 euros y los ingleses, los que más pagan, superan los tres millones de libras esterlinas para el ganador. El tenis es un negocio, ya lo dijimos, también una diversión.
Si bien este año estuvimos huérfanos de compatriotas en las canchas principales, nos queda el recuerdo de Juan Pablo Varillas y Lucciana Pérez, quienes hicieron un gran papel en Roland Garros 2022. Juanpi pasó a cuarta vuelta luego de ganarle al gigante polaco Hurkacz y perdió nada menos que ante Nole Djokovic, el número uno del mundo. Lucciana fue subcampeona junior en el mismo torneo. Para 2025 esperamos la clasificación de los jóvenes Ignacio Buse y Gonzalo Bueno, fogueados en las canteras del Club Terrazas, para jugar dentro de unos pocos meses el Abierto de Australia.
En otros tiempos, Latinoamérica conoció la gloria con el chileno Marcelo Ríos (1998) y con Guga Kuerten de Brasil (2000), ambos fueron número uno del mundo. Y con Juan Martín del Potro de Argentina, que en 2009 ganó la final del Abierto de Nueva York luego de batir a Rafael Nadal y a Roger Federer, por entonces en la cima del ránking.
La tenista peruana cumplió una hazaña extraordinaria: llegó a la final del Roland Garros junior.
Francia y Marruecos cruzan sus espadas este miércoles por una plaza en la final del mundial de Qatar con jugadores que se conocen bien.
Se tendrá el gran compromiso de demostrar al mundo si pueden superar la exitosa organización en nuestro país.
Cuando más fuerzas debía tener concentradas para afrontar en el Estadio Monumental el juego de la vida, la Blanquirroja avisa que no tendrá a su portero Pedro Gallese, los defensores Carlos Zambrano y Bryan Reyna, ni el extremo Renato Tapia.